Del Desarrollo Sostenible al Desarrollo Regenerativo
El informe Brundtland acuñó en 1987 el concepto de desarrollo sostenible, definido como aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las de las futuras generaciones. Con esta definición se sentaban las bases en la Cumbre de Río de 1992 de la dependencia irrenunciable que cada elemento de la economía y de nuestras vidas tienen de los ecosistemas naturales.
No existe nada que produzcamos, hagamos o que necesitemos para sobrevivir que no provenga en último término de la naturaleza, que tiene una capacidad máxima de carga que no deberíamos sobrepasar.
Este mes de febrero de 2021 ha sido especialmente importante por la publicación de dos informes que han contado con respaldo científico e internacional y que presionan para ir más allá del desarrollo sostenible.
Informe Dasgupta
El Informe Dasgupta, publicado en febrero de 2021 y encargado por el Ministerio de Economía y Finanzas del Reino Unido, analiza las consecuencias económicas de la pérdida de biodiversidad, y estima en alrededor de 6 billones de dólares al año el costo que a escala mundial tienen las políticas que subsidian actividades que dañan la naturaleza.
En estas tres últimas décadas hemos perdido el 40% de la biodiversidad del planeta y no hemos dejado de aumentar nuestras emisiones de gases de efecto invernadero. Además, se estima que alrededor del 80 % de la contaminación vertida en los mares y los océanos provienen de actividades realizadas en tierra, especialmente por el uso de fertilizantes.
Nuestras economías, medios de vida y bienestar humano dependen directamente de nuestro activo más preciado: la naturaleza.
Ya sabemos que el verdadero valor de las contribuciones de la naturaleza para las personas no se ve reflejado en los precios de mercado, y que gran parte de estas contribuciones son por el momento bienes comunes. Estas distorsiones en términos del mercado ha provocado que tradicionalmente no se invierta en los “activos naturales” ni se incorporen en los precios todas las externalidades negativas (Dasgupta, 2021).
“Hacer las paces con la naturaleza” — Informe UNEA
Biodiversidad, cambio climático y ciclos biogeoquímicos son tres de los nueve límites planetarios que no deberíamos haber sobrepasado si queríamos garantizar un bienestar económico y social sostenible y sostenido.
En el informe “hacer las paces con la naturaleza”, la Asamblea de Medio Ambiente de Naciones Unidas identifica por primera vez tres grandes crisis ambientales: cambio climático, biodiversidad y contaminación.
Dependemos de la naturaleza para absolutamente todo: para que nos proporcione alimentos, agua y refugio; para que regule enfermedades, clima, ciclos de nutrientes y oxígeno; para que mejoren nuestra salud y bienestar. El planeta actúa como sumidero de nuestras emisiones y de nuestros desechos. Todos somos gestores de ese capital irreemplazable, desde las personas a las empresas, los gobiernos y los organismos internacionales.
Como colectivo no hemos logrado relacionarnos con la naturaleza de manera sostenible. Como se describe en el dilema de la tragedia de los bienes comunes, los individuos motivados por el interés personal y actuando de manera racional, pueden llegar a destruir un recurso compartido y limitado, aunque a ninguno de ellos les convenga ni de manera individual ni de forma conjunta.
Durante el último año, el mundo ha sido testigo de múltiples calamidades naturales, desde incendios en el Amazonas, California y Australia hasta temperaturas récord de 20.75 °C en la Antártida. Los científicos del sistema terrestre han advertido que la selva amazónica, los arrecifes de coral y los bosques boreales se están acercando rápidamente a la cúspide de sus puntos de inflexión irreversibles. De llegar a ellos, podrían desencadenarse cambios rápidos en los ecosistemas, que no pueden predecirse por la incertidumbre de esa reacción encadenada, pero que seguro tendría efectos de gran alcance en la economía, la sociedad y la vida tal como la conocemos.
“Presupuesto ambiental”
La humanidad está despilfarrando su presupuesto natural anual, lo que se visualiza fácilmente tanto en la medición de huella ecológica como en el día de sobrecapacidad.
La huella ecológica representa nuestra demanda como seres humanos sobre la capacidad del planeta para proporcionar recursos renovables y servicios ecológicos. Hasta 1970, nuestra huella ecológica global era menor que el ritmo de regeneración de la Tierra, pero los excesos actuales están deteriorando gravemente la salud del planeta y, con ella, las propias perspectivas de la humanidad.
La humanidad actualmente demanda la capacidad de 1,7 planetas Tierra para proporcionar los bienes y servicios que usamos cada año. Esta huella es muy diferente en función de la densidad de población, los recursos naturales de cada país y también de los ingresos.
Durante las cuatro últimas décadas el modelo productivo y de consumo, así como nuestra forma de habitar el planeta, ha tenido indicadores de desarrollo degenerativo, sobrepasando varios límites que nos han alejado del ideal de sostenibilidad.
Tender hacia la sostenibilidad habría implicado que ningún recurso renovable debería haberse utilizado a un ritmo superior al de su generación, que ningún contaminante debe producirse a un ritmo superior al que pueda ser neutralizado por el medio ambiente, y que todo recurso no renovable debe aprovecharse al máximo hasta ser sustituido por recursos renovables.
Sin embargo, viendo la huella acumulada durante los últimos cuarenta años con La Tierra, ya no solamente tenemos que ser sostenibles, sino que tenemos que REGENERAR.
Para construir y apoyar culturas regenerativas, no dejen de leer a Daniel Wahl, también en Medium.