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Algunos escriben sobre la abundancia infinita de la tecnología… pero esta abundancia se basa en los ecosistemas naturales.

Hay mucho escrito sobre la abundancia infinita de la tecnología y cómo gracias a ésta no tenemos nada que temer del futuro. Pero cualquier pequeño procesador necesita de materiales que son limitados, de energía que, aunque sea renovable, también necesita de minerales que son limitados.

En definitiva, si tenemos realmente que pensar en un futuro abundante es gracias a la abundancia de la naturaleza

Esta naturaleza regenera cada año bienes y servicios ecosistémicos para mantener a sus especies, entre ellas nosotras y nosotros: el ser humano.

Sin embargo, hay un día cada año, el día de rebasamiento, en el cual consumimos todos los recursos que la Tierra ha sido capaz de regenerar ese año para nosotros. Llevamos ya cuatro décadas acumulando un déficit con la Tierra, de manera que, por ejemplo, en 2019 consumimos en julio todo nuestro “presupuesto natural”.

Ese déficit acumulado hace pensar que ya no solo tenemos que ser “sostenibles” para garantizar el bienestar de las generaciones futuras (esa era la definición justo hace 4 décadas), sino que tenemos que “regenerar” esos bienes y servicios de los ecosistemas naturales para intentar volver a un estado anterior.

En definitiva, ya no es suficiente con ser neutrales en 2050, necesitamos ir más allá… y recuperar todo lo posible ese deuda que hemos acumulado con la naturaleza.

Por eso, si queremos garantizar ese bienestar para las próximas generaciones y evitar además próximas pandemias, necesitamos:

  1. consumir menos recursos naturales, por debajo de lo que ya consumimos

2. regenerar de manera proactiva el suelo, los bosques, los océanos…

Necesitamos guardianes de la naturaleza. Necesitamos traer más naturaleza a nuestras ciudades.

Y necesitamos que más personas sientan los entornos rurales como fuente de salud, vida y empleo.

Sí, de empleo, porque quizás el futuro del trabajo no es ese dibujo de distopía llena de robots y de inteligencia artificial que nos pintan.

Incluso, cuando pensamos en las oportunidades laborales que traerá el crecimiento verde, las asociamos con energías renovables, construcción de paneles solares o movilidad eléctrica.

Sin embargo, puede haber más de 400 millones de nuevos puestos de trabajos ligados con la naturaleza, fundamentalmente en entornos rurales. Asociados a la restauración de ecosistemas, a la agroforestería, a la regeneración de zonas costeras y océanos.

Y existe un potencial de más de 400 trillones de dólares en beneficios netos y ahorros operativos en términos de servicios ecosistémicos. 2000 millones de hectáreas en el planeta tienen el potencial de ser regeneradas, recuperando biodiversidad (la vacuna fundamental ante pandemias y que requiere mucho más tiempo que un año de investigación) y frenando el cambio climático. Y a esas cifras pueden sumarse los océanos.

¿Y si el futuro del trabajo está cerca de la naturaleza?

¿Y si nos imaginamos otro futuro del trabajo? En el cual no tenemos que esperar a la jubilación para vivir saludable fuera de la ciudad.

Como la historia de ese pescador que vivía gracias a los 3 peces que pescaba cada día. Un viejo multimillonario tras una semana observándolo le sugirió que pescara más, para así comprar más barcos, tener un gran patrimonio y poder retirarse en 30 años a pescar 3 peces. Que es justo lo que ese pescador ya estaba haciendo feliz.

¿Y si nos imaginamos entonces otro futuro del trabajo? Quizás incluso compartir esas labores con un trabajo más sedentario que podamos realizar en remoto parcialmente.

En algunos lugares hará falta descentralizar servicios, en otros mejorar la conectividad a internet, pero en todos necesitamos valorar mucho más al sector primario tradicional, y que todo lo relacionado con la naturaleza esté mejor remunerado.

En definitiva, en la naturaleza hay una abundancia de trabajo, de recursos y de soluciones tecnológicas.

La biomímesis nos muestra soluciones e inspiración en la naturaleza, que tiene ya más de 4.000 millones de años resolviendo problemas y siendo una economía circular.

También abundancia de la creatividad humana, de ver oportunidades nuevas donde parece no haberlas.

Sin embargo, la humanidad ha ido olvidando exponencialmente todo el conocimiento relacionado con la naturaleza, que estaba en manos de las personas más ancianas de los pueblos.

Abandonamos esos pueblos y ese conocimiento se va perdiendo a pasos de gigantes, dentro de tantos mayores que fallecen en residencias o en entornos rurales despoblados.

Recoger esos saberes, digitalizarlos, no solo es una necesidad urgente sino un deber como especie que reconoce la abundancia de sabiduría de sus generaciones pasadas. Estamos perdiendo a pasos agigantados biodiversidad natural y humana.