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Ésta es una recreación de varios diálogos entre Pepa y Diego, que han superado ya 9 décadas sobre la Tierra —

Esta noche soñé con los tiempos de la guerra. Me vino a la cabeza cuando era chiquilla y llegaba a casa con las dos hogazas de pan para mis hermanos, escondidas bajo el vestido, después de caminar 10 kilómetros ya de noche y lloviendo. Qué felices éramos. Nos poníamos a cantar después de cenar con todos los vecinos y yo hasta tenía ganas de baile. Cada uno traía lo que tenía; todo se compartía. No como ahora, que la gente siente que sale un vecino y se espera a llamar al ascensor.

Me hiciste reír, Pepa. También me acuerdo de los tiempos del pueblo y de mi gente de allí. Qué pena haber tenido que dejar mi casa. A saber ahora dónde están mis cosas y qué será del corral y del huerto, que ya no lo cuida nadie. Aunque viviera solo y no pudiera ya ni bañarme, yo allí estaba bien y respiraba aire todos los días… Pero bueno, por estar más cerca de los nietos me vine aquí y ya ves, ¡con lo poco acostumbrado que estoy de vivir con tanta gente y sin salir ni a por café hace ya 5 años!

Dices bien, Diego. Porque antes de esta enfermedad china tampoco es que saliéramos tanto. Si acaso algún domingo que vinieran a vernos. Y ahora ni eso. Que digo yo que si nos viéramos con la familia aunque sea con un cristal de por medio, habrá más distancia ahí que la que guarda la que me baña por la mañana, que además cada dos días es una distinta.

¡Eso mismo estaba yo pensando esta mañana! Y además, la Amparo tiene dos chiquillos que no paran quietos en la escuela y en la casa… y me cuenta que se van a merendar todas las madres cuando salen del colegio. Hace bien porque está en la edad del disfrute y de la juventud, pero digo yo que más virus traerá ella que mi hijo si lo veo detrás del cristal, que además con la depresión ni sale de la casa.

Pero piensa que si lo hacen con tu hijo, lo hacen con todos, Diego. Y no tienen tiempo de nada, menos aún de abrir la puerta. Mira cómo andan las auxiliares aquí: a la carrera y al bulla bulla. Nosotros cada vez más torpes y nos tienen que hacer cada vez más todo. Además hay mucho personal de baja y ya ni tiempo apenas de poner la comida caliente y de cambiarte los pañales.

Bueno, Pepa, tampoco es que antes estuviera muy caliente la comida. Eso es lo que más echo de menos, la comida que sepa a comida, que ésta la traen toda de fuera en esas bandejas grandes y a saber dónde la hacen. No tienen ni sabor ni nada, por muy sana que sea.

También es porque los alimentos no son los de antes, Diego. Ni los tomates saben a tomates ni las patatas a patatas. Ni la leche, ni el pan. Mira, nosotros vendíamos pan a todo el pueblo, pero luego teníamos en el huerto lo esencial, y hasta teníamos una cabra para leche y varias gallinas para huevos. Hoy en día la juventud ni sabe lo que es una planta de tomate. Y lo mismo se cree que la leche sale del cartón. Se ha perdido todo eso en 50 años, Diego; todito.

Bueno, es que cuando yo me vine del pueblo, la mayoría de los terrenos ya estaban abandonados. Y para que eso de cultivo de nuevo se tiene que trabajar y echarle un tiempo. Pero mis nietos ahora solo tienen paciencia para escribir por el teléfono. Ahí sí que se pasan las horas. Ni paciencia para hablar ni para la tierra. Los dos en paro, eso sí, con lo bien que se respira en el pueblo, y la de trabajo que hay ahí, ahora que con las máquinas se pueden hacer las cosas más fáciles.

Claro Diego, pero la culpa tampoco es de tus nietos. Mira como la gente ahora quiere otras cosas y compra otras cosas. Ya da igual la calidad, lo que importa es que sea barato aunque dure poco. Yo de mocita tenía 3 vestidos solo y me duraron hasta que parí al primero. Y bien contenta que estaba con que me duraran tanto, con lo bien que los cuidaba y con el cariño que se lo compramos a la vecina.

Sí, pero eso era porque antes vivíamos antes más unidos y nos gustaba saber de dónde venían las cosas, Pepa. Mirábamos todos por todos, y nadie pasaba necesidad porque nos cuidábamos. Y en el pueblo además cuidábamos de lo que teníamos: las dos fuentes, el terreno y esos árboles que anda que no daban buen fresco y buen aire. Lo cuidábamos para los hijos y los nietos que aún no teníamos y ¡fíjate!, quién nos iba a decir que se irían del pueblo y que nosotros iríamos detrás de ellos para al final vivir aquí encerrados.

¿Pues sabes qué te digo Diego? Yo creo que estamos ahora con este virus chino por esto mismo que decimos. Tanto comprar cosas de fuera, tan pocas cosas naturales, y tanto cambio en tan poco tiempo, no podía traer nada bueno. Si es que ya no hay ni los animales de antes, ni gorriones, ni las mismas plantas. Por no haber ya no hay ni estaciones del año… dentro de poco, tendremos solo dos estaciones: el verano y la estación del tren.

Toda la razón, Pepa. Si es que nos hemos buscado nosotros mismos estas enfermedades. Antes todo era más natural, desde lo que comíamos a cómo nos ayudábamos. Por eso creo yo que hemos llegado a viejos y hemos visto y vivido tanto. Yo no creo que mi nieto viva tantos años. Ni que se acuerde de las cosas que yo viví ni de todo lo que sé de la tierra y del pueblo, que se irá conmigo a la tumba pronto, al paso que vamos.

“¿Me abren la puerta que me voy a mi casa?” — dice Carmen.

Anda, ¿y ésta? ¡Diez años lleva ya repitiendo lo mismo todo el santo día! Anda mucho pero ni se acuerda qué dijo hace 3 minutos. Mejor vivir así a veces.

Que tu casa es ésta, Carmencita. Que vives aquí y que no hay quien te abra la puerta ni antes ni ahora.

Estos son retazos recreados de conversaciones con Pepa y con Diego

  • En España hay 5.378 residencias de mayores, en las que viven más de 300.000 personas, según datos del CSIC a través de Envejecimiento en RED.
  • La situación es muy diferente a la vivida en abril, ya que ahora sí hay posibilidad de adquirir material de protección y se conocen las medidas que pueden frenar la expansión de la COVID19.
  • Las visitas se han restringido o se mantienen con altas medidas de seguridad en todos los centros. Una de las vías de entrada fundamentales de la COVID19 es a través del personal, ya que está expuesto a las mismas vías de contagio que el resto de la población, por lo que una disminución en la tasa de incidencia general repercute también en una mejora en las residencias.
  • Dos informes a tener en cuenta a la hora de estimar recomendaciones: 1)Envejecimiento en RED trabaja desde el CSIC en dar información y datos confiables sobre residencias en España. Hace pocos días publicó un nuevo informe con recomendaciones. 2)Anteriormente, la SEGG publicó en agosto un informe que incluía también recomendaciones teniendo en cuenta la salud emocional de las y los residentes.
  • Desde el 21 de junio, en esta segunda ola han fallecido más de 1.700 personas (a la fecha de este artículo) según cifras oficiales.
  • Este artículo resume los puntos de vista de los distintos actores que forman parte del complejo puzzle de ancianos institucionalizados en España.
  • Desconocemos mucho de las vidas de las personas ancianas institucionalizadas y ni siquiera sabemos mucho más que su perfil médico. Desconocemos su perfil cultural, emocional, educativo, dónde vivieron, cuáles han sido sus hobbies o qué estructura familiar tenían. Para profundizar en la parte más emocional de las personas mayores y mejorar la apreciación que tenemos hacia ellas, nació el proyecto Somos Memoria, un álbum vivo de recuerdos e historias.
  • En el último informe del IPBES se reitera el estrecho vínculo entre pandemias y pérdida de biodiversidad. Precisamente son las personas más mayores las que más han cuidado del entorno natural que ahora perdemos a pasos agigantados.